Today, as the first scary storm of the season sweeps through town with thunderstorm, hail and heavy rain, I post a very short fiction piece I wrote a while ago for a collection on which I am working. No mention of mental illness here.
The severe thunderstorm warning came on the radio at 4:30. She was riding in the car on her way back from the afternoon errands when the show she was listening to on the radio was cut short by the familiar alarm sound: three beeps and a long annoying horn before the National Weather Service announcement.
She rushed home without further delay; she made sure son was home ok and called husband, but couldn’t get through. He called back, from the carpool driving south on Highway 75. It was not his driving day, which meant his new car was parked somewhere in town waiting for him to arrived, exposed to hail, and wind damage.
The lights flickered. She disregarded the warning and went to the window to look outside. It was gray, in a greenish kind of way, which is how she always perceived the light during a tornado or a severe storm, greenish gray. Raindrops fell heavy and moved forward as they hit the ground, advanced by the force of 65 mph wind gusts as groceries would on the counter belt of the supermarket’s cashier. A small creek swelled by her curve side and ran down the street on its way to who-knows-where. “The drought might be just about to be broken,” she thought while watching a bird nest floating in the impromptu creek.
Meanwhile, hail pounded on the metal surface of the chimney spout, the sound threatening the safety of her suburban home. She went to the window again to make sure that it was her son’s fully paid 1-thousand-dollar-valued car that was sitting on the driveway, and not the tiny 2011 Ford Fiesta still under monthly payments the one receiving the hail on its roof.
The October Glory in her front yard bended a little and let out several twigs of fresh green leaves that soon found their way down the street. Lightning struck close to the tree and she jerked from inside the window thinking that it was too close and she should listen to the warning: take cover and avoid windows.
Instead she sat at her desk to type nervous Facebook updates when the lightning struck right on top of her house. It hit the metal cover of the chimney spout. The electricity travelled fast through the loose wiring in the attic, through the speaker’s wires, the antenna, the cable wiring and went directly to the box where her computer was plugged. The impact of the electric shock hit her fingertips first, jolting her hands backwards. It travelled through the veins inside her arms, reaching the brains in an electrical explosion that blew up her neuron system twisting her mouth sideways and giving her a white stare in her eyes. Her husband opened the door and found her severely damaged, still jolting and jerking on the desk; the room reeked of plucked chicken, burned hair and cable.
Outside the storm made its way Northeast and was heading to Arkansas. It spared the town of further damage. Only she had fallen victim. The last entry on her Facebook was “I can hear my husband in the garage, just getting home safe.”
La señal de alarma se escuchó en la radio a las 4:30. Ella iba en el carro de regreso de sus diligencias de la tarde cuando el programa que escuchaba fue interrumpido por la señal familiar de alarma: tres sonidos agudos cortos y una corneta larga y fastidiosa antes del anuncio del Servicio de Meteorología Nacional.
Se apuró en llegar a casa sin más retrasos; se aseguró que su hijo hubiera llegado bien y llamó a su esposo, pero no pudo comunicarse. El marido llamó de vuelta, desde el vehículo compartido rumbo al sur en la autopista 75. No le tocaba conducir, lo que quería decir que su carro nuevo estaba estacionado en algún lugar del pueblo esperando su llegada, expuesto al granizo, y a los daños causados por el viento.
Las luces fallaron. No le prestó atención al anuncio de peligro y fue a la venta para mirar afuera. Estaba gris, de una manera verde, que es como ella percibía la luz durante un tornado o una tormenta severa, gris verdoso. Las gotas caían pesadas y se movían hacia delante cuando golpeaban el piso, movidas por la fuerza de ráfagas de viento de 65 millas por hora como si fueran productos en la cinta corrediza de un cajero de supermercado. Un riachuelo creció al lado de la acera y corrió calle abajo en su rumbo a quién-sabe-dónde. “La sequía debía estar a punto de acabar,” pensó ella mientras veía el nido de un pájaro flotando en el riachuelo espontáneo.
Mientras tanto, el granizo golpeaba la superficie de metal de la boca de la chimenea, amenazando la seguridad de su casa suburbana. Regresó a la ventana otra vez para asegurarse que era el carro de tu hijo completamente pagado, valorado a sólo mil dólares, el vehículo estacionado en la entrada, y no su pequeño Ford Fiesta 2011, todavía sin pagar, el que estaba recibiendo el granizo sobre su techo.
El Gloria en Octubre en el jardín del frente se dobló un poco y dejó caer varias ramitas de jóvenes hojas verdes las cuales pronto encontraron su camino calle abajo. Un rayo cayó cerca del árbol y ella se estremeció desde el lado de adentro de la ventana pensando que el rayo había pegado cerca y que debería escuchar la advertencia: cubrirse y evitar las ventanas.
Por el contrario, se sentó en su escritorio y escribió actualizaciones en su muro de Facebook al tiempo que el rayo pegó justo encima de su casa. Golpeó el metal de la boca de la chimenea. La electricidad viajó rápidamente a través de un cable suelto en el ático, a través de los cables de las cornetas, la antena, y el de la televisión y fue directamente al enchufe donde estaba conectada su computadora. El impacto del choque eléctrico dio primero contra sus dedos, volteando sus manos hacia atrás. Viajó a través de las venas, alcanzando el cerebro en una explosión eléctrica que reventó su sistema de neuronas volteándole la boca de un lado y dándole una mirada blanca en sus ojos. Su esposo abrió la puerta y la encontró severamente dañada, todavía revolcándose sobre su escritorio; la habitación olía a pollo desplumado, pelo y cable quemado.
Afuera la tormenta se dirigía hacia el noroeste e iba camino a Arkansas. El pueblo se salvó de daños mayores. Sólo ella cayó víctima. La última actualización en su pared de Facebook decía “acabo de escuchar a mi esposo en el garaje, llegó sano y salvo.”
Hello Lisbeth,
I hope you are doing well. We have been invited to conduct some surveys for a Cinco de Mayo event this weekend. The festivities will be from 1pm-8pm tomorrow (we will only be collecting data for the first 3-4 hours) and from 12-5pm on Sunday.The event is at 14009 East 21st Street Tulsa, OK. Please let me know if you would like to help us conduct surveys. We will be administering the Hispanic Stress Inventory to explore the experience of coming to this country and the stress immigrants face.
Thank you,
Canada
I’ll be there.