Like most everybody in America, and especially those afflicted by a mental disorder, I too have been touched by Robin William’s sudden death. The beloved comic artist succumbed to despair and terminated his life. Speculation about the reasons for his tragic decision populated mass and social media alike.
Whatever strategy he had developed in the past to stay healthy didn’t work this time. I imagine him struggling with the pain he was certain he would inflict in his family, and weighting that pain against the gargantuan effort it takes to come out of the sinkhole of depression. In the end, he must have been so tired of the struggle that he let go of whatever was keeping him in this world. Suicide contemplation is as powerful as the energy burst of the mania.
Contemplation
I have visited this place far too many times. I get there for no apparent reason. It is a feeling of hopelessness, pain beyond suffering, when the thought of death feels more like the possibility of liberation from the air that surrounds me than an impulse to terminate my sorrows. Depression at that point is a dark cavern with rare contaminated air, when light bothers me, where the air I breathe lacerates my nostrils. Life becomes a chore.
The number one reason I call my doctor for help is when I feel in the deepest me that life ceased to have importance. Suicide contemplation, then, becomes a macabre thought. First I think about it, then I fantasize about it, imagining scenarios where the people I love react to my death, and finally I plan it. I have carefully planned my suicide twice, never attempted. I have looked for help instead. How? I held to the image of my sons, for their sake.
The World is a Mirror
The last time I contemplated and planned my suicide was the summer of 2007 in Ponca City, OK. It was supposed to happen on a Sunday: garden chair, flowers, birds, and a knife ready. The phone rang; my son needed help moving. I took the call and headed south on the highway. A tragic event unfolded in front of me in the blink of an eye. Two people were instantly dead, their skulls broken, undocumented porcelain dolls. I, the only bilingual person on scene, had to help the firefighters communicate with the widow and a five-year-old, now orphan, girl. Talk about irony. The world reflected my intentions back at me, a bizarre mirror I couldn’t avoid looking.
“I can’t do this my sons,” I thought. Next day I called the doctor. Eventually, I got out of the void, with medication, with therapy, and watching Mork & Mindy on Netflix. At home, sometimes I ask to see goofy movies. They know what I need: Robin Williams. The manic genius improvisations could lift the mood of a skeleton.
In the struggle against addiction, suicide contemplation loomed in the dark, waiting to make its kill. I cannot even come close to imagine his children’s sorrow. They are the recipients of a legacy few can expect. Williams was an extraordinary human being capable of bringing joy to the masses, care to the less fortunate, sincere love and friendship to his closest circle. Unfortunately, the pull of pathos was stronger than the nature of his genius.
My condolences to his family, specially his children, may they find comfort in the joy he brought to so many.
Robín Williams y la Contemplación del Suicidio
Como casi todo el mundo en los Estados Unidos, y especialmente aquellos afligidos por un desorden mental, a mi también me ha conmovido la repentina muerte de Robín Williams. El querido artista cómico sucumbió a la desesperación y acabó con su vida. Los medios de comunicación y las redes sociales se poblaron de especulación sobre las razones de su trágica decisión.
Cualquier estrategia que el había desarrollado para mantenerse sano no funcionó esta vez. Lo imagino luchando con el dolor que con certidumbre causaría a su familia, y sopesando ese dolor contra el esfuerzo extraordinario que lleva salir de lo más profundo de la depresión. Al final, debe haber estado tan cansado de la lucha que soltó aquello que lo sostenía a este mundo. La contemplación del suicidio es tan poderosa como la explosión de energía de la manía.
Contemplación
He visitado ese lugar demasiadas veces. Llego allí sin razón aparente. Es un sentimiento de desesperanza, un dolor que sobrepasa al sufrimiento, cuando la idea de la muerte se siente más como la posibilidad de liberación del aire que me rodea que un impulso para terminar mi dolor. La depresión a ese punto es una caverna oscura con aire contaminado, donde la luz molesta, donde el aire que respiro me lacera la cavidad nasal. La vida se convierte en una labor.
La razón principal por la que llamo al médico y pido ayuda es cuando en lo más profundo de mi ser la vida perdió importancia. La contemplación del suicidio entonces se convierte en un pensamiento macabro. Primero pienso en eso, después lo fantaseo, imaginándome escenarios donde la gente a la que quiero reacciona a mi muerte, y luego lo planeo. He planeado cuidadosamente mi suicidio dos veces, no lo he intentado. Por el contrario, he buscado ayuda. ¿Cómo? Me agarro de la imagen de mis hijos, por su bien.
El Mundo es un Espejo
La última vez que contemplé y planeé suicidarme fue en el verano de 2007 en Ponca City, OK. Debió suceder un domingo: silla de jardín, flores, pájaros, y un cuchillo listo. El teléfono sonó; mi hijo necesitaba ayuda para mudarse. Tomé la llamada y me dirigí al sur en la autopista. Un evento trágico se reveló frente a mi en un abrir y cerrar de ojos. Dos personas murieron instantáneamente, sus cráneos quebrados, muñecos de porcelana indocumentados. Como era la única persona bilingüe en el lugar, tuve que ayudar a los bomberos a comunicarse con la viuda y una niña de cinco años, ahora huérfana. Ironías de la vida. El mundo reflejó mis intenciones, un espejo extraño que no podía rehusarme a ver.
“No le puedo hacer esto a mis hijos,” pensé. Al siguiente día llamé al médico. Eventualmente salí del hueco, con remedios, con terapia, y mirando Mork y Mindy en Netflix. En casa, a veces pido ver películas cómicas. Ellos saben lo que necesito: Robín Williams. Las improvisaciones geniales y maníacas pueden levantarle el ánimo hasta a un esqueleto.
En la lucha contra la adicción, la contemplación del suicidio acecha en la oscuridad, esperando a matar. No puedo ni siquiera aproximarme al dolor de sus hijos. Ellos ahora reciben un legado que sólo muy pocos pueden esperar. Williams fue un ser humano extraordinario capaz de llevar alegría a las masas, compasión a los más necesitados, y amor y amistad sinceros a sus círculo íntimo. Desafortunadamente, al fuerza de su patología fue más fuerte que la naturaleza de su genio.
Mi sentido pésame a su familia, especialmente para sus hijos. Que ellos puedan encontrar consuelo en la alegría que él llevó a tantos.
Wonderful tribute. Wonderful writing as always friend. Much love, Katy Wandel
Thank you, Katy.
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