By Lisbeth Coiman
On my mat at Square One Yoga in San Leandro, I exhale all the air off my lungs and take a deep breath in as instructed by Melanie Kaufman’s calming voice. Last was a busy week writing, waiting for job offer, meeting dead lines, preparing to launch a reading series, running errands. I exhale again noticing the air coming out of my lungs, my belly deflating. In the third inhale, I let go of the tension in my neck, my spine, my arms and hands, tired from sitting long hours in front of my laptop, typing, sending pitches to publishers.
Living a healthy life does wonders to a body affected by the long-term use of pharmaceuticals: stiff muscles, joint pain, and a mile long list of other ailments. Hiking, walking and dancing help me produce endorphins. But they do little to solve the other problems I have developed. I refuse to take other medication to alleviate the discomfort. Instead, in the last years, I have turned to yoga both as a low impact exercise and a spiritual practice in an effort to counteract the side effects of medication for bipolar disorder, and to find inner peace.
Melanie Kaufman starts the slow yoga routine with sun salutes: mountain pose, arms up in the air, and extend looking up in the air. My eyes find the dim light of the lamp above my head. On the exhale, I bend forward, fold, inhale, bring hands to the shin, extend spine, fold again, and reverse swan dive, hands up in the air, hands in prayer, prayer to the chest. Repeat five times as the body heats up and the breathing gains a slow deep rhythm, each movement accompanied by an inhalation or an exhalation. As I bend over and lift back up, I feel the crack of my joints and some muscles pull. I breathe into the discomfort and continue relaxing and surrendering to the flow of the exercise.
Melanie’s teaching style allows for mindfulness of the body sensations when attempting the first downward facing dog pose. Her soothing tone of voice allows me to relax and enjoy the experience in a more spiritual way. I become aware of the pain in my lower back, the rheumatoid arthritis that has been developing in the past few years. I move my hips up in the air, rearrange my body to bring my torso closer to my thighs, align my spine with my head, deepening the pose, breathing once, twice, five times, then lift my right leg up and swing into warrior one, breath.
Melanie’s voice reassures me I’m in the presence of a true practitioner of this ancient form of exercise. Melanie not only shows mastery of the discipline, she can also convey a sense of well-being and peace that I have not found in any other yoga teacher. She challenges without pushing; her tone of voice is conducive of reflection and meditation, and her transitions are smooth and attainable by those of us who are just starting in yoga.
Moving into warrior 2, I extend my right hand to the front and think of the future ahead, the possibility of my dream job just about to come. My left hand extended to the back of the room reminds me what I just left behind, of the appreciation I still feel for the experiences that led me to what I am today: independent, creative, festive, healthy. Windmind arms, hand to the feet, plank, robust, strong, lower plank, cobra, ready to protect myself, breath in, downward facing dog, challenged.
The end of the class finds me again on my back on the blue mat, breathing in and out, relaxed and content. I thank Melanie Kaufman of Square One Yoga in San Leandro for the opportunity to look inward and feel at peace with myself. Namasté.
Spanish Version follows
Sobre mi colchoneta en Square One Yoga in San Leandro, exhalo todo el aire de mis pulmones y respiro profundamente como me indica la voz serena de Melanie Kaufman. La última semana fue ajetreada, escribiendo, esperando una oferta de empleo, cumpliendo a tiempo con mis obligaciones, preparándome para lanzar una serie de lecturas literarias, haciendo diligencias. Exhalo otra vez notando el aire cuando sale de mis pulmones, mi barriga desinflarse. A la tercera respiración, relajo la tensión de mi cuello, mi espalda, mis brazos y manos, cansados después de largas horas sentada enfrente de mi computadora escribiendo y enviando propuestas a editoriales.
Vivir una vida sana resulta tiene resultados maravillosos para un cuerpo afectado por el uso de farmacéuticos a largo de plazo: rigidez muscular, dolor de las articulaciones, y una lista de una milla de largo de otras molestias. Subir cerro, caminar y bailar me ayuda a producir endorfinas. Pero hacen poco en resolver los otros problemas que he desarrollado en los músculos, huesos y articulaciones. Me rehuso a tomar medicinas para aliviar el malestar. En cambio, en las últimos años, he tomado el yoga como un ejercicio de bajo impacto y como una practica espiritual en un esfuerzo por contrarrestar los efectos secundarios de las medicinas que tomo para el desorden bipolar, y para encontrar paz interior.
Melanie Kaufman comienza la rutina lenta de yoga con saludos a sol: pose de montaña, brazos en el aire, y extender con la mirada hacia arriba. Mis ojos encuentran la suave luz arriba de mi cabeza. Al exhalar doblar hacia delante, inhalar, manos en la pantorrillas, extender la espalda, doblar nuevamente, y revertir la caída del cisne, manos en alto, manos en posición de oración, al pecho. En la quinta repetición el cuerpo comienza a calentar, y la respiración adquiere un ritmo lento y profundo, cada movimiento acompañado de una inhalación o exhalación. Al doblarme y levantarme de nuevo, siento que mis articulaciones suenan y los músculos presan. Respiro dentro de la molestia y continuo relajándome y entregándome a la flujo del ejercicio.
El estilo de enseñanza de Melanie me permite entrar en conciencia de las sensaciones del cuerpo cuando intento por primera vez la pose de perro mirando hacia abajo. Su tono de voz tranquilizador me permite relajarme y disfrutar la experiencia en una forma más espiritual. Entro en conciencia del dolor en la parte debajo de la espalda, la artritis reumatoide que se me ha desarrollado en los últimos años. Muevo mis caderas hacia arriba en el aire, reacomodo mi cuerpo para llevar mi torso hasta mis piernas, alineo la espalda con la cabeza profundizando la pose, respirando una, dos, cinco veces; entonces levanto la pierna derecha y a manera de péndulo la llevo hasta la posición guerrero uno. Respiro.
La voz de Melanie me asegura que estoy en presencia de una verdadera practicante de esta forma antigua de ejercicio. Melanie no sólo demuestra maestría de la disciplina, si no también puede transmitir una sensación de bienestar y paz que no he encontrado en otra profesora de yoga. Ella reta sin presionar; su tono de voz conduce a la reflexión y a la meditación, y sus transiciones son suaves y realizables por aquellos que apenas comienzan en yoga.
Al pasar a la pose guerrero 2, extiendo mi mano derecha hacia el frente y pienso en el futuro delante de mi, la posibilidad de un trabajo soñado que está por llegar. Mi mano izquierda extendida hacia la parte atrás del salón me recuerda lo que acabo de dejar atrás, de la apreciación que siento por las experiencias que me llevaron a lo que soy hoy: independiente, creativa, festiva, y saludable. Girar brazos, manos a los pies, coloco las manos al lado de los pies, lagartija congelada, robusta, fuerte, lagartija, cobra, lista para protegerme a mi misma, respirar, perro mirando hacia abajo, reto.
El final de la clase me consigue otra vez sobre mi espalda en la colchoneta azul, respirando hacia adentro y hacia fuera, relajada y contenta.
Agradezco a Melanie Kaufman de Square One Yoga en San Leandro por la oportunidad de mirar dentro de mi y sentirme en paz conmigo misma. Namasté.