The cactus fruit greets me first. The warbler whistles its song at tune with the murmur of the ocean. Breeze against brushes rustles softly in my ears. The staff hits the rock as my boots lift the dust of the dirt road underneath. Shush, shush go my thighs against each other in their rhythmical dance.
I make my way down the canyon, taking in the view before my eyes. Turquoise, aquamarine, deep marine blue, almost black, a myriad of blue hues meet the clouds and then the blue sky. I stop and admire the Pacific, the multicolored canvas boarded by the cliff of the peninsula.
The breeze blows from the west, as the marine layer approaches, inch by inch as a gray shroud covering my day with sadness.
On a turn on the path, I rest at the edge of a rock. I recline the staff on a branch of an olive tree by my side, and recline on the boulder, my buttocks against the hard mineral. Facing the ocean, I close my eyes and exhale the sorrow contained in my lungs, my veins, my brain. I let the air out in slow, feeling it flowing through my body, out of my lungs, and through my nose into the salty air of the canyon, my stomach deflating, as I exhale.
Then in one gulp, I inhale deeply letting fresh oxygen through my body as I let the tension in my neck give in and relax my shoulders, my arms, my legs, my feet inside the constraints of the hiking boots. I let my belly and chest expand, until I feel the brain fill with new life.
On the second exhale, I repeat Mente, slowly, letting the word form an image behind my closed eyes. As I inhale again, I let the word Sabia, float behind my eyes and take whatever form it chooses. I repeat this mantra three more times, “MENTE SABIA,” I have learned in therapy to conjure a balance between the emotional and the rational mind. MENTE SABIA in unison with my breathing, becoming aware of every cell of my body, and every molecule of air around me. “MENTE SABIA,” and I surrender to the moment.
No need to find a sign in everything I see or live through. Sometimes it’s just enough to appreciate the view, name if anything, the visible elements, without describing, without finding metaphors or underlying meanings.
The waves breaking against the rock at the bottom of the cliff is just the ocean hitting against the mountain. There is no need to think about the erosion of the sodium against the mineral of the rock. It’s important just to observe the foam, the colors of the water, the blue sky, the murmur of the sea, the songs of the birds around me, the sunlight beginning to sip through the marine layer.
It’s enough to observe, to live the moment fully aware of the beauty of all its elements. Let that beauty inhabit me till the mosquitoes claim their space with an annoying buzz in my ears.
La fruta del cactus es la primera en saludarme. La curruca silba su canción a tono con el murmullo del mar. La brisa contra la arbustos susurra suavemente en mis oídos. Mi bastón golpea la roca al tiempo que mis botas levantan polvo del camino de tierra bajo mis pies. Shush, shush suenan mis muslos contra si mismos en su danza rítmica.
Bajo por el cañón, capturando la vista delante de mis ojos. Turquesa, aguamarina, azul marino profundo, casi negro, una infinidad de tonos de azul se encuentran con las nubes y luego con el cielo azul. Me detengo y admiro el Pacífico, el lienzo multicolor bordeado por el acantilado de la península.
En una vuelta del camino, descanso en el borde de una roca. Reclino el bastón sobre una rama de un olivo a mi lado, y reclino en el peñasco mis nalgas contra el mineral duro. De cara al océano, cierro mis ojos y exhalo la tristeza contenida en mis pulmones, en mis venas, en mi cerebro. Permito que el aire salga lentamente, sintiéndolo fluir a través de mi cuerpo, salir de mis pulmones, por la nariz en el aire salino del cañón; mi estómago se desinfla mientras exhalo.
Entonces de una bocanada, inhalo profundamente, abriendo paso al oxígeno fresco a través de mi cuerpo al momento que dejo escapar la tensión de mi cuello, relajar mis hombros, mis brazos, mis piernas, mis pies dentro de los límites de mis botas de montaña. Dejo que mi barriga y mi pecho se expandan, hasta que siento mi cerebro llenarse con nueva vida.
En una segunda exhalación, repito “Mente,” lentamente, permitiendo que la palabra forme una imagen detrás de mis ojos cerrados. Cuando inhalo otra vez, dejo la palabra “Sabia” flotar detrás de mis ojos y tomar cualquier forma que escoja. Repito esta mantra tres veces más, “Mente Sabia,” como he aprendido en terapia a conjurar el balance entre las mentes emocional y la racional. “Mente Sabia” al unísono con mi respiración, haciéndome consciente de cada célula de mi cuerpo, y cada molécula de aire a mi alrededor. “Mente Sabia,” y me entrego al momento.
No hay necesidad de encontrar un signo en todo lo que vemos y vivimos. A veces es suficiente apreciar la vista, nombrar, si acaso, los elementos visibles, sin describir, sin encontrar metáforas o significados subyacentes.
Las olas rompiendo contra la roca al fondo del precipicio es sólo el mar golpeando la montaña. No hay necesidad de pensar en la erosión del sodio contra el mineral de la roca. Basta con observar la espuma, los colores del agua, el cielo azul, el murmullo del mar, el canto de los pájaros a mi alrededor, la luz del sol comenzando a filtrarse a través de la capa marina.
Es suficiente con observar, con vivir el momento plenamente consciente de la belleza de todos sus elementos. Permito que esa belleza me habite hasta que los mosquitos reclaman sus espacio con un rumor incómodo en mis oídos.
I need this sort of break…to just breathe.
Indeed. Sometimes all we need is breath deeply and enjoy the view.