Hace unos cuantos meses, mi esposo fue transferido a otro estado por la compañía donde trabaja. A pesar de que agradecemos la oportunidad de vivir nuevas experiencias, nos preocupamos porque la mudanza podría afectar el último año de escuela de nuestro hijo. Por lo tanto decidimos separarnos temporalmente y reunirnos al final del año escolar. Mi esposo se fue y yo me quedé con mi hijo. La decisión se ha traducido en unos cuantos retos para nosotros como familia afligida por una enfermedad mental.
Primero debo aprender rápidamente a vivir sola otra vez. Vivir con un adolescente que toca en una banda de escuela secundaria, que trabaja medio tiempo y asiste a cuatro clases pre-universitarias, y está en el proceso de solicitar cupo en universidades no quiere decir que pasamos mucho tiempo juntos como madre e hijo. Es muy fácil sentirse sola en una casa grande.
Una casa espaciosa es conveniente cuando se tienen niños pequeños que dejan sus juguetes regados por todas partes, o salen y entran con sus piececitos empantanados. También ofrece bastante espacio para cerrar una puerta, para poner distancia entre la sanidad de uno y el mocosito dulce pero fastidioso. Los recuerdos hermosos quedan grabados junto a la imagen de la habitación correspondiente. Sin embargo, una vez que los niños crecen y se van, o se convierten en adolescentes ocupados, como es el caso nuestro, el espacio se hace imposiblemente grande para los adultos que se quedan atrás.
A eso añadimos la dificultad que todo está sobre mis hombros ahora: las reparaciones menores, las compras de víveres, y la limpieza. Lo que era parte de una rutina bien organizada y compartida, ahora es mi entera responsabilidad. Mantuve mi trabajo, la escritura, y el ir y venir de mi condición mental y dupliqué mi responsabilidades de madre y las labores del hogar. A la lista de cosas por hacer le añadí la búsqueda de empleo y de casa en la ciudad a la que me voy a mudar. Con todo, no hubo suficiente tiempo para limpiar el jardín en el otoño. La casa siguió creciendo.
Finalmente, debo retomar control de mis síntomas sin ayuda de nadie. Desde que estoy sola, la rutina nocturna de chequear la puerta principal y encender la luz del porche se multiplicó en una serie de rituales para asegurarme a mi misma que todo está bien, y que no tengo nada que temer. Chequear la puerta principal se convirtió en chequear todas las puertas, incluyendo las de los closets y los gabinetes, además de apagar todas las luces, y prender la alarma. Más aún, he desarrollado una lista de explicaciones lógicas para ruidos. Los sonidos quebradizos se deben a que los pisos de madera se contraen con la caída de la temperatura, por ejemplo. Esta casa está comenzando a ser demasiado grande con todas sus puertas, gabinetes, pisos de madera y todas sus luces.
La semana pasada mi hijo estuvo afuera en una actividad de la banda. Una semana es tiempo suficiente para que una casa suburbana de cuatro habitaciones se convierta dentro de mi mente en una mansión gótica en un campo abierto.
De una cosa estoy segura ahora, mi próxima casa tendrá el metraje necesario para acomodar a dos personas. Aún cuando uno de los dos esté ausente, la vivienda seguirá siendo pequeña, con sólo unas pocas puertas que cerrar por las noches, pero con suficiente espacio para un escritorio donde sentarme a escribir todas esas historias oscuras que han florecido en mi mente desde que vivo (casi) sola.
A few months ago, the company where my husband works transferred him to another state. While we welcomed the opportunity to live new experiences, we were concerned about how the move would affect our son’s senior year in high school. We decided to split temporarily and reunite at the end of the school year. My husband left and I stayed behind in with my son. The decision has presented plenty of challenges for us as a family living with mental illness.
First, I must quickly learn to live alone again. Living with a teenager who plays in a high school band, has a part time job and four AP classes, and is writing college application papers does not necessarily mean spending a lot of mother-son time together. It is so easy to feel lonely in a large house.
A spacious house is convenient when you have small children with their toys lying around everywhere, or entering and exiting with their little feet soaked in mud. It also provides plenty of space to close a door behind you, to put some distance between the sweet, yet annoying, little bugger, and your sanity. Plenty of beautiful memories are stored with specific rooms attached to them. Once the children are gone, though, or become busy teenagers, as is our case, the house grows impossibly large for the adults who stay behind.
Then, there is the added difficulty that everything is on my shoulders now: small repairs, groceries, and cleaning. These were part of an organized and shared routine; now it’s all my responsibility. I kept my job, writing, dealing with the up and downs of my mental condition, and doubled my parenting responsibilities and house chores. To my to do list, I added job searching and house in the city where I’ll move. With all, there wasn’t any time for cleaning the garden during the fall. The house kept getting bigger.
Finally, I must regain my footage and learn to control my symptoms without any support. Since I am alone most of the time, the night time chore of checking the front door and turning on the porch light has multiplied into a series of little rituals to reassure myself that everything is fine, and that I don’t have anything to fear. Checking the front door became checking every door, closets and cabinets included, plus turning off every light and setting the alarm. Additionally, I have developed a list of logical explanations for noises. Cracking noises are due to hardwood floors contracting with the drop in temperature, for instance. This large house with all its doors, cabinetry, hardwood floors and lights is beginning to be too much.
This last week my son was away with the school in a band activity. That’s plenty of time for a four bedroom suburban house to grow into a gothic mansion in an open field inside my mind.
One thing I know for sure now, my next home will have just enough square footage to fit two. Even if one is away, it will still be a small dwelling, with just a few doors to check at nights, but with enough room for a desk where I can sit and write all those dark stories that have flourished in my mind since living (almost) alone.
Eres admirable yo chequearia hasta debajo del piso y lloraria todos los dias cuidate mucho y espero se pase rapido este momento de separacion familiar aunque me vas hacer mucha falt
a te quiero mucho has marcado parte de mi apredisaje en esta vida
Gracias Alex,
Si. El miedo a veces nos lleva a cosas absurdas, como chequear debajo del piso.
Winter also forces people to stay inside a house for long hours at a time. I just can’t help of thinking of that great Polanski 1965 movie “Repulsion”. Living lonely in a big house without much incentive to go out is just a call for trouble. Yet, I trust that you will make it just fine. June is around the corner. Besos.
Thanks, esposo.