I wrote and posted this essay last year right before the election, but it’s still valid today.
From Roman Circus to Greek Tragedy
© Lisbeth Coiman
I was born in an insanely rich country, where ripe mangoes hang from trees ready to eat, and oil money runs in rivers. The young nation lived lavishly for over 50 years. Governments soared in popularity without collecting taxes, by subsidizing gasoline – the cheapest in the world- all while pocketing the country’s abundant resources.
It used to be a festive country, that paradise of yonder. Some even believed that its privileged geographical location made us lazy. We turned every situation into a party and believed in the proverbial mañana, when life will be better and when we could catch up on those chores we never found time to do.
We treated politics as a Roman Circus. The almighty, oil rich government fed us all, while we made fun of politicians, without paying attention to the widening gap in education, the pervasive class discrimination, or the rampant corruption that ultimately gave birth to a tyrant. We didn’t see coming the growing demagogue that threatened to swallow us all, under the cover of a political doctrine that proved too good to be true.
Crowds cheered when the demagogue promised to send corrupt politicians to the firing squad in the nation’s Olympic stadium. They laughed at his off-color jokes, or when the buffoon played Cuatro (a four string instrument similar to the Ukulele) in his televised marathon tirades. American filmmakers such as Oliver Stone and Sean Penn (fuck both of you) helped construct the legendary image of a larger than life Quixotesque communist confiscating from the rich to give to the poor.
Venezuelans are not laughing anymore because the Roman Circus became a Greek Tragedy. The reality of an ignorant demagogue in power finally kicked in 2002, when his oil policy clashed with the industry workers. The result tens of thousands oil employees, educated in the best universities around the world, were laid off and listed as unemployable by the government turned regime.
During the first 10 years of the demagogic government of Hugo Chavez, Venezuela enjoyed record-breaking oil revenues. From 2008 to 2014, oil prices fluctuated from over $130 to $100 per barrel. However, without financial planning for the future, and with unprecedented corruption levels even for notoriously corrupt Venezuelan politicians, the country jumped into the economic abyss when the oil prices crashed two years ago.
It was bad and it got much worse. Crime escalated to the point of making Venezuela as dangerous as a war torn country. Food shortage has people lining up to buy a ration of broken rice with bugs. Fertile land confiscated under Chavez’ communist agenda sits vacant after the nation’s coffers were dilapidated leaving no resources available to produce food.
Cancer, zika, dengue, and even the flu have become synonyms of immediate death sentences due to the lack of medication and medical supplies. Even the dignity of personal hygiene has deserted Venezuelans. There are no diapers (for infants, or the infirm), or toilette paper, or sanitary napkins, not even condoms. To top it all, dissent is severely repressed. Young men caught protesting on the streets are thrown in overcrowded jails and raped as punishment.
Hugo Chavez, Venezuela’s demagogue, was a communist, or so he wanted the world to believe, but a demagogue nonetheless and a powerful one. His seventeen-year old revolution has proved that beyond his incendiary discourse there was no sustainable development plan for the young and rich nation. His delusional grandiosity was such that on his deathbed he named a successor, as if he were a king, not an elected official. His successor turned out to be the greatest failure of Venezuela’s educational system, an incompetent ignorant that has brought Venezuela to its knees. In his infinite arrogance, this communist regime doesn’t allow humanitarian effort to ease the pain of food shortage or lack of medical supplies.
It took 17 years to destroy Venezuela’s economy and social structure. It will take a lifetime and a concerted effort to overturn those in power, and raise the country back from its ashes.
Watch out for demagogues, fellow Americans, from left or right. A demagogue seeks power by appealing to the ignorant and uneducated with incendiary discourse, not by engaging in rational dialogue, or by setting out a sustainable plan for his nation.
A demagogue is no laughing matter.
Chavez destroyed Venezuela because Venezuelans allowed him to do just so. Don’t allow this bigot to destroy the United States of America.
From a concerned Venezuelan immigrant: get off the couch. Get political.
Version en Español
Un Demagogo no es Motivo de Risa- Vote.
De Circo Romano a Tragedia Griega
By Lisbeth Coiman
Nací en un país inmensamente rico, donde los mangos maduros cuelgan de los árboles listos para comer, y las riquezas petroleras corren en los ríos. La nación joven vivió en el derroche por más de 50 años. Los gobiernos crecían en popularidad sin recaudar impuestos, subsidiando la gasolina – la más barata del mundo – mientras se embolsillaban los abundantes recursos del país.
Solía ser un país festivo, ese paraíso de otrora. Hacíamos de cada situación una fiesta y creíamos en el mañana proverbial, cuando la vida sería mejor y cuando podíamos ponernos al día con aquello para lo que nunca encontrábamos tiempo.
Tratábamos la política como un Circo Romano. El gobierno todopoderoso y rico en dinero petrolero nos alimentaba a todos, mientras nosotros nos burlábamos de los políticos, sin prestar atención a la creciente brecha educativa, la discriminación social destructiva, y la corrupción rampante que ultimadamente dio a luz a un tirano. No lo vimos venir, al demagogo que amenazo con tragarnos a todos, bajo la cubierta de una doctrina política que ha probado ser demasiado buena para ser verdad.
Las multitudes rugieron cuando el demagogo prometió enviar a los corruptos frente al pelotón de fusilamiento en el estadio olímpico. Se rieron de sus chistes pasados de tono, o cuando el bufón tocó el Cuatro (un instrumento de cuatro cuerdas parecido al Ukulele) en sus maratónicas diatribas televisadas. Los cineastas estadounidenses Oliver Stone and Sean Penn (coños de madre los dos) ayudaron a construir la imagen legendaria superior a la realidad de un comunista quijotesco confiscando al rico para dar al pobre.
Los venezolanos ya no ríen porque el Circo Romano se tornó en Tragedia Griega. La realidad de un demagogo ignorante en el poder finalmente golpeó en el 2002, cuando su estrategia petrolera chocó con los trabajadores de la industria. Como resultado miles empleados de petróleos, educados en las mejores universidades del mundo, fueron despedidos y colocados en una lista negra por el gobierno convertido en dictadura.
Durante los primeros diez años del gobierno demagógico de Hugo Chavez, Venezuela disfrutó records en ingreso petroleros. Desde 2008 al 2014, los precios del petróleo fluctuaron entre 130$ a 100$ el barril. Sin embargo, sin seria planificación financiera, y con niveles de corrupción sin precedente aun para los notoriamente corruptos políticos venezolanos, el país saltó a un abismo económico cuando los precios del crudo cayeron hace dos años atrás.
Las cosas estaban mal y se pusieron peor. El crimen aumentó hasta lograr que Venezuela sea tan peligrosa como un país en guerra. La escasez de insumos alimenticios tiene a la gente haciendo cola para comprar una ración de arroz partido con insectos. La tierra fértil confiscada bajo la agenda comunista de Chavez yace abandonada después que los cofres de la nación fueron dilapidados sin dejar recursos disponibles para producir comida.
Cancer, zika, dengue, e incluso la influenza se han convertido en sinónimos de sentencia de muerte debido a la escasez de medicamentos e insumos médicos. Incluso la dignidad de higiene personal ha abandonado a los venezolanos. No hay pañales desechables (para bebes, o para los incontinentes), ni papel toilette, ni toallas sanitarias, ni siquiera condones. Encima de todo esto, la desavenencias con el gobierno son fuertemente reprimidas. Los jóvenes capturados mientras protestan en las calles son lanzados en cárceles abarrotadas y violados como castigo.
Hugo Chavez, el demagogo venezolano, fue un comunista, o al menos eso quiso que el mundo creyera, pero demagogo por encima de todo y poderoso. Su revolución de 17 años ha probado que más allá de su discurso incendiario no tenía un plan de desarrollo sostenible para la joven y rica nación. Su grandiosidad y desvaríos fueron tales que en su lecho de muerte nombró un sucesor, como si el fuera un rey y no un oficial electo. Su sucesor resulto ser el mayor fracaso del sistema educativo venezolano, un ignorante incompetente que ha puesto a Venezuela de rodillas. En su infinita arrogancia, el régimen comunista no permite ayuda humanitaria para aliviar el sufrimiento por la escasez alimenticia.
Llevo 17 años destruir la economía y la estructura social de Venezuela. Llevará toda una vida y un esfuerzo de todos para destituir a aquellos en el poder, y levantar al país de sus cenizas.
Cuidado con los demagogos, compatriotas estadounidenses, de derecha y de izquierda. Un demagogo apela al ignorante sin educación con un discurso inflamable, no con un diálogo racional, o con un plan sostenible para su nación.
Es fácil reírse durante esta campaña electoral en Estados Unidos. El bufón millonario, esta caricatura de hombre que hace alarde de manosear mujeres, aspira a tener vivienda pública en noviembre, y que no ha pagado impuestos en 18 años, provee muchas oportunidades para reírnos. Su peinado extraño, el ridículo despliegue de ignorancia, copiarse un discurso, sus diatribas en oraciones de dos palabras, es muy fácil reírse de todo esto. Sin embargo, un demagogo no es motivo de risa.
Chavez destruyó a Venezuela porque los venezolanos se lo permitimos. Por favor, no permitamos que este racista destruya a los Estados Unidos de América.
De parte de una inmigrante venezolana preocupada: levántese del sofá. Métase en la política. Vote.